Hasta
pocos años el pueblo rústico, y otros no tanto, se reunían al calor de las
izas, polirrizas y colipoterras de cada localidad. Pero la nueva sociedad
de progreso ha sustituido a estas estas trabajadoras autónomas por la gran
puta que es la televisión.
Solamente hay que observar en las
nuevas mancebías que son ahora tabernas, antros, garitos, expendurías
de vino y demás salones sociales para comprobar como un importante
elenco de ciudadanos se reúnen ante el nuevo dictador. Viendo todos los días
los partidos de fútbol, y si no, tenis, baloncesto, hockey o tiro al pichón si
fuese preciso. Pero lo bueno de la democracia es cada cual satisface sus
deseos, y así otros venerables vecinos disfrutan de sus películas, debates y
telediarios al calor de un buen vaso de vino, a ser posible peleón, para
ahorrar dinero u otras bebidas realmente estimulantes.
Se pasan horas y horas ante la
tele, impansibles al desaliento, un día tras otro, con una rutina disciplinada.
Están ante su oráculo de Delfos, están alegres, España va bien, y hasta
plantean sus quejas políticas como si fuese el parlamento. Siempre en
su hogar, la taberna, las actuales mancebías de nuestra sociedad, el
único escape para mantener relaciones sociales. pero que coño, ¿es que no
tienen casa?
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